Estas calles de Ibsen Editorial de Ojo con eso Tv. 13 de septiembre de 2024. Por José Manuel Serna.
Chao hermano caraquista y bohemio de lujo. Te fuiste al mejor estilo de tu maestro Cabrujas. Si no hubieses escrito y dicho más nada, Ibsen, tú te quedarías como una suerte de mesías telenovelistico de la historia de Venezuela y no sé si de América Latina o Hispana. Te quedas de hecho, para siempre en la memoria del bravo y noble pueblo. En medio de sus leyendas más preciadas.
Así queremos despedirte, entrañable y grato amigo, muy ocasional, de la tribuna de los Leones y de unas cuantas barras caraqueñas. Tu fugaz columna de béisbol ¿y quién está en primera? consagra la distraída irresponsabilidad cervecera del fanático de béisbol. Una frase del Gordo y el Flaco que tú ojo y puntería de cazador de temas, dejó para siempre en la memoria beisbolera venezolana.
Un personaje que en sí mismo era una telenovela. De novela! solía exclamar otro grande de nuestra televisión, el Musiú Lacavaleríe ante una jugada asombrosa o un inning inolvidable.
Así fue Ibsen Martinez. De novela él mismo. Se paró del pupitre de las ciencias y se fue a leer con fiebre y escribir con una pluma de mil musas, sobre lo que se le antojara.
Y un día muy frecuente en él, soltó una frase, que secuestró nuestra cotidianidad por varios años, dos o tres, y que hizo historia en Venezuela. Radio Caracas TV, vuelve pronto amigos, apenas termine este mal tiempo; preparémononos con cerros de cotufas. Porque esa telenovela la volveremos a ver en un remake o hasta en su original que será una joya, tipo Chaplin, el Chapulin o Lo que el viento se llevó.
Tus calles cayeron mucho más aún, hermano Ibsen. Y tú lo testimoniaste hasta en otras novelas que nos dejas. Gracias, también por eso. Se hundieron tus canturreadas calzadas en un profundo abismo, en un hueco volcánico de esos que la inopia gigantesca del siglo XXI ha construido, o se conectaron ahora, justo ahora que arrancaste, con vías de salida. Lo que vimos en tus inolvidables capítulos, es pálida figura premonitoria de este torbellino de sinsentidos. Pero fue profético indudablemente. Científicamente y sin ficción.
La llave de Grandes Ligas que tu novela y el tema del Di Marzo sellaron, marcó una década y profetizó esta caída que parece terminar con tu interminable adiós.
Que fiebre nos causó qué cantidad de fenotipos creados allí. Eudomar Santos, Eloína Rangel y el Dr. Valerio, por solo mencionar algunos. El subalterno Ministro Pañal, que hoy aterroriza con su mazo cavernícola, cabría perfecto en una nueva versión. Me anoto para recrearnos en una suculenta sobremesa dominguera, con este plato de Ibsen y de todo su clan de inspirados guionistas.
A nuestros hijos y nietos que se comieron las uñas con Betty la Fea o los culebrones de Netflix que ahora se llaman streamers, les comento que este escritor es uno de muchos cuentacuentos que nos llenaron de horas placenteras, las noches venezolanas de la entrañable Venezuela prechavista y apabullante y decididamente antimadurista.
Por estas calles fue una gran premonición de nuestra cultura televisiva y de la historia de la decadencia prechavista, más petroliaria que petrolera. Ahora somos los petroliarios del mundo post pedevesa. Ibsen y su equipo fueron tarotistas responsables y profetas serios de ese vendaval de un cuarto de siglo que agoniza sin partida de nacimiento desde sus inicios y sin legitimidad constitucional desde el 28 de Julio del 2024; con la calma chicha de la última escena de Frankesnatein y en las garras de una horda genocida que hoy pretende inculparnos de su fascismo genocida, frente al espejo de su ruina morbosa en fase terminal.
Adiós Ibsen, desde estas calles que tu y esa pléyade de creadores y actores registraron en imágenes, que escaniaste con visión certera de angustiado dramaturgo. Ojo con esto amigos, es historia viva también, Inés.
Y Giordano cantó contagiado en tu historia Ibsen: la compasión, la piedad, la conciencia y la paciencia, tejen silenciosamente un manto de esperanza que protege un final de redención y renacer. Gracias por tu humor, tus cargas profundas de gratísimo salero, conocimientos actualizados y valores fundamentales. El hombre bueno ya está a salvo con Actas certificadas planetariamente y en cada esquina brilla hoy sin miedo, hablando quizás como el personaje que añora desde el fondo tu drama: María Corina. Y a su lado, con paso firme y seguro: Edmundo, el pasajero de Sánchez, un sabio líder, practicante de la calma y la cordura que aconsejó Lopez Contreras y de la diplomacia que hace falta, de rigor, tan ajena a la barbarie desenfrenada que hoy boquea de un fascista que se desconoce en su insomnio criminal y guapachoso. El último pasito que va a lanzar está ahí, lo está dando ya en pasmosa cámara lenta desde hace más de un mes, en un precipicio invisible a la mirada despótica. Es el final irreversible. Ensayemos el manicero todos por favor. Llévatelo.