.@StephenM es un hipócrita de la inmigración. Lo sé porque soy su tío.
Si las ideas de mi sobrino sobre inmigración hubieran estado vigentes hace un siglo, nuestra familia habría sido aniquilada.
por DAVID S. GLOSSER 13 de agosto de 2018 continuar con el contenido del artículo FacebookTwitterCommentPrint continuar con el contenido del artículo David S. Glosser es un neuropsicólogo retirado: anteriormente miembro de las facultades de Neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston y del Jefferson Medical College.
Déjenme contarles una historia sobre Stephen Miller y la migración en cadena.
Comienza a principios del siglo XX, en una choza de tierra en el pueblo de Antopol, una pizca de agricultores de subsistencia en lo que hoy es Bielorrusia. Acosado por violentos pogromos antijudíos y el reclutamiento forzado de la infancia en el ejército del zar, el patriarca de la choza, Wolf-Leib Glosser, huyó de un pueblo donde sus antepasados habían vivido durante siglos y se arriesgaron en América.
Puso un pie en Ellis Island el 7 de enero de 1903, con $8 a su nombre. Aunque con fluidez polaco, ruso yiddish, no entendía inglés. Un hijo mayor, Nathan, pronto lo siguió. Por el tráfico de la esquina de la calle y el trabajo de la tienda de explotación, Wolf-Leib y Nathan enviaron suficiente dinero a casa para pagar las deudas y comprar el paso de la familia inmediata a América en 1906. Ese grupo incluía al joven Sam Glosser, quien con su familia se estableció en la ciudad de Johnstown, en el oeste de Pensilvania, una ciudad de carbón y acero en auge que era un imán para otros inmigrantes trabajadores. La familia Glosser progresó rápidamente de vender bienes de un caballo y un vagón a ser dueño de una mercería en Johnstown dirigida por Nathan y Wolf-Leib a una cadena de supermercados y grandes almacenes de descuento administrados por mi abuelo, Sam, y la próxima generación de Glossers, incluyendo a mi papá, Izzy. Era lo suficientemente grande como para cotizar en la bolsa de valores de AMEX y empleaba a miles de personas a lo largo del tiempo. En el lapso de unos 80 años y cinco décadas, esta familia surgió de la pobreza en un país hostil para convertirse en un próspero clan educado de comerciantes, académicos, profesionales y, lo más importante, ciudadanos estadounidenses.
¿Qué tiene que ver este cuento clásicamente estadounidense con Stephen Miller? Bueno, Izzy Glosser es su abuelo materno, y la madre de Stephen, Miriam, es mi hermana.
He visto con consternación y creciente horror como mi sobrino, un hombre educado que es muy consciente de su herencia, se ha convertido en el arquitecto de las políticas de inmigración que repudian los cimientos mismos de la vida de nuestra familia en este país.
En cuanto a lo que habría sido de los Glossers, tenía las mismas políticas que Stephen defiende tan fríamente -la prohibición de viajar, la disminución radical de los refugiados, la separación de los hijos de sus padres, e incluso hablar de limitar la ciudadanía para los inmigrantes legales- ha estado en vigor cuando Wolf-Leib hizo su desesperada apuesta por la libertad. Los Glossers llegaron a los EE.UU. apenas unos años antes del miedo y el prejuicio de los nativistas "Estados Unidos primero" del día cerraron las fronteras de EE.UU. a los refugiados judíos. Si Wolf-Leib hubiera esperado, su familia probablemente habría sido asesinada por los nazis junto con todos menos siete de los 2.000 judíos que permanecieron en Antopol. Le animo a Stephen a preguntarse si los nazis de Charlottesville, que cantan y soportan antorchas, cuyo apoyo su jefe parece cortejar tan caballeramente, no imaginan un destino similar para él.
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Al igual que otros inmigrantes, la bienvenida de nuestra familia a los EE.UU. no siempre fue cálida, pero en gran medida teníamos la protección de la ley, no había violencia patrocinada por el estado contra nosotros, no había secuestro de nuestros hijos varones, y disfrutamos de buenas relaciones con nuestros vecinos. Es cierto que los judíos fueron excluidos de muchas ocupaciones, no podían comprar casas en algunas ciudades, no podían unirse a ciertas organizaciones o asistir a ciertas escuelas o universidades, pero la vida era buena. Como en las generaciones pasadas, hubo traficantes de odio que consideraban a los grupos más recientes de inmigrantes pobres como escoria, violadores, gánsteres, borrachos y terroristas, pero en gran parte la familia Glosser se quedó sola para vivir nuestras vidas y construir el sueño americano. Los niños nacieron, las sinagogas fundaron, y nosotros prosperamos. Este fue el milagro de América.
Actuando durante tanto tiempo en el teatro de la política de derecha, Stephen y Trump pueden haberse vuelto insensibles a la tragedia humana resultante y ciegos a la hipocresía de sus decisiones políticas. Después de todo, Stephen's no es la única familia con una historia de inmigración en cadena en la administración Trump. Se informa que el abuelo de Trump fue un migrante alemán huyendo del reclutamiento militar a una nueva vida en los Estados Unidos, y su madre huyó de la pobreza de la Escocia rural por las posibilidades económicas de la ciudad de Nueva York. en la fuerza de la propia ciudadanía de su esposa.
Estos hechos son importantes no solo por su sombría ironía histórica, sino porque las personas vulnerables están siendo heridas. Son personas reales, no las caricaturas ghoulish retratadas por Trump. Cuando nos enfrentamos a las muertes y el sufrimiento de miles, nuestros sentidos están abrumados, y las víctimas se convierten en estadísticas en lugar de personas. Conozco estas estadísticas una a la vez a través de mi servicio voluntario como neuropsicólogo de la filial de Filadelfia de HIAS (anteriormente la Sociedad Hebrea de Ayuda a Inmigrantes), la organización global sin fines de lucro que protege a los refugiados y ayudó a mi familia hace más de 100 años. Compartiré la historia de uno de esos hombres que he conocido con la esperanza de que mi sobrino pueda reconocer elementos de nuestra herencia compartida.
DEPTO DE HISTORIA.
Qué cambió Charlottesville por POLITICO MAGAZINE A principios de la década de 2000, José (no es su nombre real) fue reclutado a la edad de 14 años para ser un soldado en Eritrea y enviado a un remoto campo militar del desierto. Los oficiales descubrieron una Biblia bajo su almohada que despertó su sospecha de que podría pertenecer a una secta evangélica extranjera que reclamaría su lealtad y minaría su voluntad de luchar. José era en realidad un miembro de la iglesia copta aprobada por el estado, pero sin embargo fue sometido inmediatamente a tortura. "Me rompieron la cara en el suelo, me ataron las manos y los pies juntos detrás de la espalda, me pisotearon, y me colgaron de un árbol por mis ataduras mientras me golpeaban con porras para que los demás las vieran".
José fue torturado durante 20 días consecutivos antes de ser llevado a una prisión militar y apiñado en una celda oscura sin ventilar con otros 36 hombres, poca comida y ninguna higiene adecuada. Algunos murieron, y con el tiempo José fue golpeado por la disentería. Cuando era demasiado débil para estar de pie, lo llevaron a una clínica civil donde fue alimentado por el personal médico. Al recuperar su fuerza, escapó a una carretera cercana donde un conductor comprensivo lo llevó al norte durante la noche a un campamento en Sudán donde se unió a otros refugiados. José estaba en la primera etapa de un viaje que cubriría miles de millas y casi 10 años.
Antes de que Donald Trump comenzara su ascenso político promulgando la falsa historia de que Barack Obama era un musulmán nacido en el extranjero, mientras que mi sobrino, Stephen, se estaba recuperando de las dificultades de la cafetería de su escuela secundaria en Santa Mónica, José era un niño solo en Sudán por temor a ser deportado a Eritrea para enfrentar la ejecución por deserción. Trabajó cualquier trabajo que pudo conseguir, ahorró su dinero y se abrió camino a través de Sudán. Entrenó el arresto y la extorsión en Libia. Regresó a Sudán, luego siguió mudándose a Dubai, Brasil y finalmente a un cruce fronterizo sur a Texas, donde buscó asilo. En todos los países por los que viajó durante su terrible experiencia, fue vulnerable, explotado y su estatus era "ilegal". Pero en los Estados Unidos, tuvo la oportunidad de adquirir la protección de un inmigrante documentado.
en SWAMP DIARIO Semana 64: Trump no tiene miedo de mentir a Mueller. Sólo diciendo la verdad.
por JACK SHAFER Hoy, a los 30 años, Joseph vive en Pensilvania y tiene una esposa y un hijo. Es un hombre inteligente, cálido y humilde de gran carácter que está agradecido por cada día de su libertad y seguridad. Lleva cicatrices emocionales por no ver a sus padres o hermanos desde que tenía 14 años. Todavía tiembla, llora y lucha por respirar al describir su tortura, y también lleva cicatrices físicas. Espera convertirse en ciudadano, volver al trabajo y hacer su contribución a Estados Unidos. Su historia, aunque única en sus detalles, no es de ninguna manera inusual. He conocido a centroamericanos que huyen de gobiernos corruptos, violencia y extorsión criminal; una mujer yemení que no puede regresar a su país de origen devastado por la guerra y teme la mutilación sexual si regresa con su esposo saudita; y una novia de secuestro escapada de Asia central.
Trump quiere hacernos creer que estos migrantes desesperados son una amenaza existencial para los Estados Unidos; la nación más poderosa de la historia mundial y una nación fortalecida por los inmigrantes. Trump y mi sobrino conocen sus raíces de inmigrantes y refugiados. Sin embargo, repiten los insultos y las falsas acusaciones de las generaciones anteriores contra estos refugiados para que parezcan menos que humanos. Trump desfila públicamente a las afligidas familias de personas heridas o asesinadas por migrantes, al igual que los primeros nazis dragaron a los criminales judíos para asustar y enfurecer su base política para justificar la persecución de todos los judíos. Casi todas las familias estadounidenses tienen una historia de inmigración propia basada en la huida de la guerra, la pobreza, el hambre, la persecución, el miedo o la desesperanza. La mayoría de estos inmigrantes se convirtieron en trabajadores, empresarios, científicos y soldados de América.
Lo más condenatorio es la evidente intención de la administración de hacer una política que perjudique específicamente a las personas en función de su origen étnico, país de origen y religión. No importa qué opinión se opine sobre la inmigración, cualquier gobierno que promulgue específicamente la ley o la política sobre esa base debe ser reconocido como una amenaza para todos nosotros. Las leyes desprovistas de justicia son la puerta de entrada a la tiranía. hoy otros pueden ser el objetivo, pero mañana puede ser tan fácilmente ser usted o yo. La historia será el juez, pero mientras tanto la normalización de estas políticas está erosionando rápidamente la conciencia colectiva de América. La reforma migratoria es un tema complejo que requerirá compasión y sabiduría para llevar a la nación a una solución justa, pero no se puede confiar en que los políticos que han basado su identidad política y profesional en la demonización étnica y la exclusión lo hagan. Como estadounidenses libres, y descendientes de inmigrantes y refugiados, tenemos la obligación de ejercer nuestra conciencia votando por candidatos que defiendan nuestros más altos valores nacionales y no sucumban a nuestros miedos más bajos.
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